
Tengo más de 12 mil correos sin leer. Todos los días reviso mi buzón y
sólo abro unos cuantos mensajes y otros tantos elimino: la mayoría son
guardados para leerlos en una ocasión, que parece nunca llegar. Antes,
sin embargo, no eran así: la bandeja de entrada no dejaba ninguna
decisión pendiente, pues apenas se asomaba un nuevo correo, lo abría y,
si era el caso, lo borraba (algo que sólo ocurre en mi presente con el
spam). Este miércoles quise descubrir desde cuándo comenzó a crecer esta
montaña, sobre todo porque acabo de ver que mi cuenta en Gmail ya va en
88 por ciento de su capacidad ocupada. De esa manera llegué hasta
octubre de 2010, dentro de ese lapso de tres años en que trabajé en
Radio Mexiquense.
En el camino a ese mes de hace 29 meses, mandé a la papelera decenas de
correos y abrí algunos que a primera vista me resultaba extraño que no
hubiera leído en su momento. En ese trote encontré la noticia de un
mitin del senador
Bernie Sanders (el querido Bernie, tan próximo a
Andres Manuel Lopez Obrador) que cerraba, una vez terminado su discurso, con una canción de
David Bowie,
una que frecuentemente es arruinada por la cultura pop estadunidense:
Starman, una canción de 1972, año en el que Sanders se postuló por
primera vez como candidato a gobernador de Vermont, primero, y luego al
Senado, ambos como independiente. Fue hasta 1981 cuando ganó una
elección, la de Burlington, dejando en segundo lugar al seis veces
alcalde demócrata Gordon Paquette. Un año antes, el camaleónico Bowie
lanzó su álbum
Scary monsters, y con su sencillo
Ashes to ashes volvió a
uno de sus personajes, el mayor Tom; después, a mediados de 1981, en
julio, escribió y grabó con Queen una canción inmortal,
Under pressure
(originalmente titulada
People on streets, incluida en
Hot space). Bajo
presión, como desde hace dos años y medio, aunque pocos lo sepan. Pero,
¿qué pasaba en octubre de 2010?, me pregunté. Apple presentaba su nuevo
iPod shuffle; los sábados 9 y 30, como era habitual en aquella época, el
Foro Lumbrales dedicó sus jornadas mensuales al arte y la cultura (y
como era habitual, no estuve en ninguno de los dos eventos); el 15,
Javiera Mena
publicó un comentario en mi perfil en
Myspace («Hola, voy a tocar aquí
en México. Espero poder verlos a todos por aquí»); el sábado 16 fui
(¡por única ocasión!) al Corona Capital, con
Jesús (y al final, de manera extraordinariamente fortuita, nos encontramos a
Fernando y
Manuel,
con quienes nos regresamos a Toluca); al día siguiente, los Pixies
tocaron en el Metropólitan, concierto al que finalmente no fui (y al de
este próximo 12 de noviembre, menos: sin Kim Deal, son como los Smashing
Pumpkins sin D'arcy); y ya casi para acabar el mes, el viernes 29,
Luis Flores
tocó, en el Big Mama, a las 9 de la noche, como Volátil. ¿Y yo qué
hacía por aquellas semanas? Además de programar la música del 91.7,
escribía El Museo Portátil de Historia Zoomorfa para el programa
matutino de
Cecilia:
unos textos radiofónicos que siempre que se podía eran atinadamente
corregidos por
Maura antes de grabarlos, a altas horas de la noche, con
Julio Garrido,
el Garo. No hay, pues, una explicación evidente: al parecer, fue algo repentino. Pesadumbre, que le dicen.
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