I'll ride right up on my mule
Cuando pienso en música independiente, pienso en dos cosas: la producción y el sonido. Una producción casera o profesional sin más intervención que la del músico. Un modo de hacer autónomo, una manufactura artesanal y urgente al mismo tiempo. El indie, sin embargo, también es un género: un sonido que se aleja del imperante. O que trata de hacerlo: desde que fue etiquetado como rock alternativo por las disqueras y las tiendas, se puede confundir fácilmente como una moda más. Explorar fuera de esos límites es una excentricidad: un distanciamiento. O una terquedad: «voy a ir derecho en mi mula», ha proclamado Matthew Friedberger en Napoleónette.
I had an old-fashioned
De la actualidad, ¿cuáles sonidos perdurarán? Nuestra cultura musical se ha anclado tanto a las fórmulas de «éxito» que versionar a un clásico reciente es la salvación de muchos intérpretes, incapaces de apostar por su propia generación. Otros músicos, en cambio, centran las posibilidades de la música en un instrumento que, ha decir de Matthew Friedberger, a propósito de Napoleónette, es imperial: el piano.
Matthew, hermano de Eleanor, lidera con ella la banda de los Friedberger: The Fiery Furnaces. Y aunque son originarios de Illinoise (nacieron en Oak Park en 1972 y 1976), la establecieron en Nueva York en el año 2000. Tres años después publicaron su primer álbum, hasta sumar siete y ocho en 2009 y 2010: I'm going away y Take me round again. No en vano es la mención, en este reino musical de reciclaje: su último disco tiene las mismas canciones que el anterior, reversionadas esta vez por partida doble: cada hermano la interpreta a su gusto. El eterno retorno (que ojalá no se convierta en una eterna espera: hace un año, en marzo de 2010, cancelaron sus conciertos en Guadalajara, DF y Monterrey, sin que hasta el momento haya noticia alguna de que arriben procedentes de Chicago, donde radican ahora).
Oh the hell of it
El placer de hacer un disco en solitario no es nuevo para Matthew; tampoco su desmedida productividad: hace dos años debutó con un disco doble y al inicio de este 2011 anunció algo insólito: el lanzamiento de ocho vinilos, uno cada dos meses, en una edición limitada a 700 copias (no hay versión digital, de ahí que retorne el anticuado scracht en los reproductores electrónicos). La primera entrega de Solos ocurrió el 18 de enero: Napoleónette, grabado el 8, 9 y 10 de octubre de 2010 en Michigan, con un piano negro en la habitación, uno pequeño cerca y uno viejo en el pasillo. Tres pianos exprimidos: no conforme con teclearlos, incluyó la percusión de la madera y rasgó hasta la curiosidad sus cuerdas, con un expresivo desenfado, propio de una obra imprevisible. Indie pop experimental, si cabe la clasificación, para estas diez primeras canciones para piano y voz; un experimento irrepetible: el segundo disco, Meet me in Miramas, sólo tiene como instrumento la guitarra, y en el tercero, Old regimes, ya disponible, el arpa es el solista. Instrumentos contra sí mismos, solos.
Napoleónette es un disco vigoroso, como el oleaje que en los oídos suena a frescura, mientras en el horizonte la monotonía comercia con una vista estereofónica de cartón plastificado. Una canción para zarpar: Courteous and orderly.
Cuando pienso en música independiente, pienso en dos cosas: la producción y el sonido. Una producción casera o profesional sin más intervención que la del músico. Un modo de hacer autónomo, una manufactura artesanal y urgente al mismo tiempo. El indie, sin embargo, también es un género: un sonido que se aleja del imperante. O que trata de hacerlo: desde que fue etiquetado como rock alternativo por las disqueras y las tiendas, se puede confundir fácilmente como una moda más. Explorar fuera de esos límites es una excentricidad: un distanciamiento. O una terquedad: «voy a ir derecho en mi mula», ha proclamado Matthew Friedberger en Napoleónette.
I had an old-fashioned
De la actualidad, ¿cuáles sonidos perdurarán? Nuestra cultura musical se ha anclado tanto a las fórmulas de «éxito» que versionar a un clásico reciente es la salvación de muchos intérpretes, incapaces de apostar por su propia generación. Otros músicos, en cambio, centran las posibilidades de la música en un instrumento que, ha decir de Matthew Friedberger, a propósito de Napoleónette, es imperial: el piano.
Matthew, hermano de Eleanor, lidera con ella la banda de los Friedberger: The Fiery Furnaces. Y aunque son originarios de Illinoise (nacieron en Oak Park en 1972 y 1976), la establecieron en Nueva York en el año 2000. Tres años después publicaron su primer álbum, hasta sumar siete y ocho en 2009 y 2010: I'm going away y Take me round again. No en vano es la mención, en este reino musical de reciclaje: su último disco tiene las mismas canciones que el anterior, reversionadas esta vez por partida doble: cada hermano la interpreta a su gusto. El eterno retorno (que ojalá no se convierta en una eterna espera: hace un año, en marzo de 2010, cancelaron sus conciertos en Guadalajara, DF y Monterrey, sin que hasta el momento haya noticia alguna de que arriben procedentes de Chicago, donde radican ahora).
Oh the hell of it
El placer de hacer un disco en solitario no es nuevo para Matthew; tampoco su desmedida productividad: hace dos años debutó con un disco doble y al inicio de este 2011 anunció algo insólito: el lanzamiento de ocho vinilos, uno cada dos meses, en una edición limitada a 700 copias (no hay versión digital, de ahí que retorne el anticuado scracht en los reproductores electrónicos). La primera entrega de Solos ocurrió el 18 de enero: Napoleónette, grabado el 8, 9 y 10 de octubre de 2010 en Michigan, con un piano negro en la habitación, uno pequeño cerca y uno viejo en el pasillo. Tres pianos exprimidos: no conforme con teclearlos, incluyó la percusión de la madera y rasgó hasta la curiosidad sus cuerdas, con un expresivo desenfado, propio de una obra imprevisible. Indie pop experimental, si cabe la clasificación, para estas diez primeras canciones para piano y voz; un experimento irrepetible: el segundo disco, Meet me in Miramas, sólo tiene como instrumento la guitarra, y en el tercero, Old regimes, ya disponible, el arpa es el solista. Instrumentos contra sí mismos, solos.
Napoleónette es un disco vigoroso, como el oleaje que en los oídos suena a frescura, mientras en el horizonte la monotonía comercia con una vista estereofónica de cartón plastificado. Una canción para zarpar: Courteous and orderly.
Napoleónette (Solos, 1)
Thrill Jockey, 2011
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