lunes, 26 de junio de 2006

Un voto razonado

Desde hace unos dos años he recibido correos electrónicos en contra de Andrés Manuel López Obrador. Los remitentes casi siempre eran amigos o familiares; ¿querían compartirme sus prejuicios o trataban de «abrirme los ojos» (a mí, que renuncié al PRD en el año 2000)? Como todos eran cadenas anónimas, sólo contesté a uno, para precisar una omisión deliberada (o una sospecha: ¿en serio él tenía el título de licenciado por la UNAM?). Las opiniones a menudo carecían de sustento0 («López Obrador salió [del PRI] en 1988 no por razones éticas, sino porque no pudo conseguir la candidatura para contender por la gubernatura de Tabasco») e iban desde la impresión más subjetiva («es un naco») hasta el extremo de descalificarlo por su acento (!) o por su «perfil psicológico» (entrecomillado, por supuesto, para resaltar la superficialidad de un comentario que pretende disfrazarse como el juicio de un «experto»). Dos aspectos coincidían en el modus operandi de estos francotiradores1 del ciberespacio: apuntaban a la frenética volatilidad de la memoria y la tergiversaban, la acribillaban como los disparos de una ametralladora con la «contundencia» de las estadísticas. Y al emular la máxima de Goebbels («una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad») desenfundaron sus armas: el olvido y la calumnia.
A López Obrador (Macuspana, Tabasco, 1953; licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en 1987, con la tesis Proceso de formación del Estado nacional en México, 1821-1867) se le conoce, sobre todo, por sus conferencias de prensa cuando fue jefe de gobierno del Distrito Federal. La constante aparición en medios informativos para hablar de su gestión fue, desde luego, intencionada: aunque su presencia en la política mexicana no es poca ni reciente, ¿quién lo recuerda en sus primeras luchas, las de 1988? La primera vez que leí la revista Proceso fue en julio de ese mismo año, interesado por las elecciones presidenciales y la efervescencia cardenista. La seguí comprando y al mes siguiente me enteré de que en las elecciones locales de noviembre en Tabasco, el Frente Democrático Nacional (PARM, PFCRN, PPS y PMS) tenía como candidato a gobernador a un expriista; la primera foto de López Obrador que vi en campaña es inolvidable y emblemática: caminando descalzo, inundados los pies de tierra y agua. Volví a oír su nombre tiempo después, en noviembre de 1990, cuando Cuauhtémoc Cárdenas lo propuso2 para presidir el comité ejecutivo en el primer congreso nacional del PRD. En ese entonces era indiscutible el liderazgo de Cárdenas y su mención no pasó desapercibida; tampoco el que fuera su candidato –ahora sí de verdad– en la elección perredista de 1996, frente a Amalia García Medina (apoyada por el presidente saliente, el senador Porfirio Muñoz Ledo) y Heberto Castillo Martínez. Ganó la presidencia con un golpe mediático certero que luego fue recogido en el videometraje Tabasco: petróleo y resistencia civil (Canal 6 de Julio,3 1996). Es, pues, además de un líder social competente (en el ’97, el PRD conquistó su mayor votación histórica: 25%), un eficaz comunicador; quizá por eso su popularidad (algo que –confieso– todavía no logro entender).
No sé por qué la figura de Andrés Manuel causa tanta vehemencia, pero en cualquier caso, idealizarlo o satanizarlo4 me parece inconveniente: simplifica la contienda, la conduce a la banalidad y la reduce al estancamiento. Su desempeño al frente del gobierno de la ciudad de México ha sido abordado por todos los analistas políticos, pero una sola opinión –incontrovertible– sobrepasa cualquier argumento: en las elecciones intermedias de 2003, el DF le dio una mayoría absoluta al PRD, y lo opuesto ocurrió en el ámbito federal: Vicente Fox Quesada (México, DF, 1942; licenciado en administración de empresas por la Universidad Iberoamericana en 1999, con la tesis Generación del plan básico de gobierno, 1995-2000 del estado de Guanajuato) recibió un voto de castigo por prometer en campaña y no cumplir en el gobierno. Deberíamos, entonces, aprender que en la vorágine electoral la euforia y la elocuencia de un candidato no significan nada si no se cotejan las palabras del presente con los hechos –y no las suposiciones– del pasado. «No mentir, no robar y no traicionar al pueblo de México», acentuó López Obrador en su última intervención en el debate del 6 de junio. La frase sintetiza sus convicciones y su biografía las respalda:
No mentir. Las raíces históricas del PAN y del PRD son innegables: en esencia, Acción Nacional fue fundado en 1939 contra el cardenismo y el Partido de la Revolución Democrática en el ‘89 (gracias a que el PMS cedió su registro, como una refundación de la izquierda mexicana) contra Carlos Salinas de Gortari. Por eso, ofende que los publicistas del PAN presenten a López Obrador y a Salinas como si fueran exactamente lo mismo.5 Nada más falso: quien legitimó el fraude electoral del ‘88 fue la cúpula panista, encabezada por Luis H. Álvarez, traicionando así, primero, al candidato presidencial (el neopanista Manuel J. Clouthier,6 muerto en 1989), y luego, los principios de Manuel Gómez Morín, para obtener –a cambio– el reconocimiento de su primer gubernatura (Baja California, el 2 de julio de ‘89, mientras que en Michoacán –estado que tuvo comicios ese mismo día– la alternancia sobrevino hasta el 2001) y el control pleno del PAN.7 ¿Quién puede olvidar las concertacesiones y la afirmación –en la época dorada del salinismo– de la «victoria cultural» del PAN, en el sentido de que la aplicación de la política económica era –decían los panistas– un vil plagio de sus programas de gobierno? ¿Quién combatió a Carlos Salinas desde el poder legislativo: lo hizo Madrazo, como diputado (1988-91) y senador (1991-93); o Calderón, en la Asamblea de Representantes (1988-91), o como diputado plunimonimal (1991-94)? No; ambos avalaron, en los hechos, al régimen salinista: uno, por sumisión; y el otro, por complicidad. Fue el PRD, en definitiva, quien impulsó la democracia en nuestro país,8 y la transición –hay que subrayarlo– no habría sucedido sin la ruptura de la Corriente Democrática con el PRI, en el ‘87; y ahí estaba López Obrador, del lado de la esperanza. Así que nada de «primos hermanos»: el PRD representa a una parte de la izquierda mexicana9 y la ideología del PRI es la transa y las etiquetas de moda («nacionalismo revolucionario» o «liberalismo social», según convenga); y Felipe Calderón, ¿por qué no se asume como lo que es: un militante de derecha y el candidato de Provida? Por hipócrita. La Historia no miente.
No robar
. La austeridad es el sello distintivo de Andrés Manuel en el ejercicio del poder y su labor la ha enfocado al bienestar social –desde el trabajo comunitario con los chontales (1977-82), hasta la inversión pública en el DF (2000-2005)– y no a enriquecerse, como es costumbre entre los priistas (los líderes sindicales, Raúl Salinas de Gortari o Arturo Montiel Rojas, quien contribuyó al endeudamiento del estado de México con alrededor de 8 mil 500 millones de pesos) y los funcionarios panistas (Felipe Calderón se otorgó un préstamo de 3 millones 100 mil pesos cuando llegó a la dirección de Banobras, en febrero de 2003, para ocuparla apenas ocho meses e irse a la secretaría de Energía y permanecer en su nuevo puesto tan sólo nueve meses). En marzo de 2004, sin embargo, trataron –el Ejecutivo federal y el PAN– de involucrarlo –sin éxito– en los videoescándalos de Gustavo Ponce, Carlos Ahumada y los ahora experredistas René Bejarano, Carlos Ímaz y Ramón Sosamontes. El impacto de las imágenes –editadas, habría que recalcar– no desprestigiaron la honestidad de Andrés Manuel López Obrador. El autodenominado «gobierno del cambio», por el contrario, ha probado que el mal manejo de los recursos públicos no es exclusivo de «la dictadura perfecta»; tampoco las arbitrariedades: a quienes han abusado de sus atribuciones, sólo les han retirado el cargo, pero no la militancia: Guido Belsasso (comisionado nacional contra las adicciones y exesposo de Sari Bermúdez), Dolores Creel Miranda (titular de la Unidad de Proyectos Especiales del Conaculta), Carlos Flores Alcocer (el célebre embajador Dormimundo en la OCDE), Raúl Muñoz Leos (director de Pemex hasta 2004, esposo de Hilda Ledezma, apasionada a las cirugías plásticas con cargo al erario), Francisco Ortiz Ortiz (excoordinador de imagen y mercadotecnia de Vicente Fox y Felipe Calderón), Carlos Rojas Magnon (coordinador de asuntos administrativos del equipo de transición y actual coordinador de la campaña de Gabriela Cuevas, candidata delegacional de Miguel Hidalgo, donde acaba de renunciar al PAN el delegado Fernando Aboitiz Saro), Carmen Rangel Segura (coordinadora general del Sistema Nacional de Protección Civil) y Laura Valdés de Rojas (directora de la Lotería Nacional antes de dejársela a los priistas Carlos Salomón y Tomás Ruiz). Estas son las «manos limpias», los tristes nombres del sexenio foxista, a los que se suman los apellidos de las familias Calderón Hinojosa y Zavala Gómez del Campo.10 Una afrenta pública más –para no desplegar una larga lista que incluiría el tráfico de influencias a favor de los Bribiesca Sahagún y Juan Bueno Torio, por ejemplo– los rebasa, el Fobaproa: débitos de empresarios y banqueros convertidos en deuda pública. Un negocio redondo: primero, les rescatan sus bancos con cargo al pueblo, y luego, los venden al capital extranjero. Ganancias libres de impuestos y pérdidas estratosféricas para la nación. ¿Ya se le olvidó a Felipe Calderón que fue presidente del PAN entre 1996 y ’99, que negoció el Fobaproa con Zedillo, y que en el ’98 lo aprobaron las fracciones parlamentarias del tricolor y el blanquiazul, votando una iniciativa presentada por el PAN? ¿por qué no acepta ahora su responsabilidad? o peor aún: ¿a poco Carlos Medina Plascencia, coordinador de los diputados, era quien decidía en el PAN? Su amnesia es selectiva y también olvida que el Distrito Federal no tiene autonomía plena, por lo que su deuda pública debe aprobarse en la Cámara de Diputados, y así lo han hecho él y el PAN. De nuevo, la hipocresía (como diría Javier Livas Cantú: «para panistas como Felipe, lo que le pase al país es culpa de los mexicanos, nunca del PAN»).11
Al final deberíamos preguntarnos si queremos que el poder del dinero siga siendo quien mande en México y si permitiremos que el bombardeo de la guerra sucia en los medios nos convenza –a fuerza de millones de pesos en spots– de votar por el candidato de la derecha. La mejor propaganda es el trabajo, y Felipe Calderón no ha hecho nada más que ser un burócrata del Partido Acción Nacional. Sólo eso.12
No traicionar
. El sublevamiento zapatista en Chiapas, los diálogos de paz encabezados por el subcomandante Marcos13 y el comisionado Manuel Camacho Solís, los asesinatos del candidato Luis Donaldo Colosio y el diputado electo José Francisco Ruiz Massieu, el debate ganado por Diego Fernández de Cevallos y la elección presidencial ganada por Ernesto Zedillo Ponce de León, fueron los acontecimientos del turbulento 1994 que precedieron a las elecciones para gobernador de Tabasco en noviembre, protagonizadas por el perredista Andrés Manuel López Obrador y el carlista –por Cabal Peniche, Hank González y Salinas– Roberto Madrazo Pintado (Villahermosa, Tabasco, 1952; abogado por la Facultad de Derecho de la UNAM en 1974 con la tesis La seguridad social en el ámbito internacional). ¿Volveremos a esos días en que la injusticia favorecía al candidato oficial?14 En junio de 1995 se comprobó que los gastos de campaña del hijo de Carlos Madrazo Becerra15 ascendieron a 240 millones de pesos (unos 70 millones de dólares en esa época), cuando el tope legal era de 4, y no pudo hacerse nada: una rebelión de priistas tabasqueños impidió que Madrazo se separara de su cargo y en compensación se incorporara al gabinete del presidente Zedillo. Después, en ‘98, Jorge Emilio González –actual aliado del PRI– paralizó en la Cámara de Diputados el juicio político de quien finalmente fue gobernador de Tabasco entre el 1 de enero de 1995 y el 31 de diciembre de 2000, dos días después de que el Trife anulara, por inequitativas, las elecciones de octubre de ese último año.16 Es, pues, evidente el respeto que los perredistas han tenido a los procesos electorales: a pesar de la ilegitimidad del gobierno madracista, hace once años las protestas no desbordaron los cauces políticos de la impugnación, la denuncia, la resistencia civil y la oposición desde la cámara local y los ayuntamientos.
Pero la historia no termina ahí, hay un acontecimiento que nunca ha sido desmentido y que demuestra la integridad moral de López Obrador: antes de ser postulado por segunda ocasión a la gubernatura de Tabasco, Andrés Manuel escuchó la propuesta que le hizo Ernesto Zedillo para evitar cualquier conflicto post-electoral: que fuera el candidato de unidad del PRD y del PRI. Su rotunda negativa refuta a sus acusadores: no busca alianzas con los priistas de arriba (con quienes tiene profundas diferencias), no está obsesionado por alcanzar el poder a cualquier precio (pisoteando sus principios en el camino) y, sobre todo, no traiciona a la gente que confía en él.
Si alguien ha traicionado a sus votantes, ese ha sido Vicente Fox; sus promesas de campaña fueron muchas y era iluso pensar que las cumpliría todas, excepto una, la medular: el cambio. No hubo tal y el pretexto es una burda falacia: aducir que los priistas no lo dejaron gobernar, cuando es cada vez más claro que su ascenso a la presidencia se debió a un pacto entre élites. Han gobernado juntos –con sus matices– desde el sexenio salinista (Procampo y Pronasol –posteriormente conocido como Progresa y Oportunidades– continúan), se han cedido cargos públicos mutuamente (desde Antonio Lozano Gracia con Zedillo, hasta Francisco Gil Díaz con Fox) y ambos decidieron (con la anuencia de los precandidatos Madrazo y Creel) el desafuero de López Obrador el 7 de abril de 2005.17 Pocas cosas han cambiado (la creación del Ifai fue una de ellas) y, más bien, los males de nuestro deplorable régimen se agravaron. Ejemplos sobran: gobernadores como Ulises Ruiz, Enrique Peña, Arturo Montiel, Mario Marín o Sergio Estrada gozaron de total inmunidad, áreas clave como las secretarías de Gobernación y Relaciones Exteriores se condujeron con una soberbia torpeza, el Ejecutivo federal se sometió a los headhunters y al poder fáctico de Televisa18 y TV Azteca, y en contraposición silenció el periodismo crítico del Canal 40, sin olvidar, naturalmente, el principal lastre: Marta Sahagún, memorable por sus frustradas aspiraciones dinásticas. Por su deshonestidad, los gobiernos panistas perdieron Chihuahua, Nuevo León y Nayarit –y ahora probablemente Morelos y Jalisco–, repercusión que se ha extendido a Foxilandia: sus candidatos, Santiago Creel (a la presidencia) y Javier Usabiaga (en Guanajuato), encarnaron el desprestigio de la estafa y los rechazaron. Su sexenio está colmado de fracasos y una derrota electoral más la tendría que asumir él, y no del PAN; por eso, miembros de su primer gabinete (Florencio Salazar, Eduardo Sojo, Javier Usabiaga y Josefina Vázquez Mota) se incorporaron a la campaña de Felipe Calderón, aunque él no sea su abanderado y los dos rivalicen a raíz de sus posiciones ideológicas: Fox, en un desdibujado centro moderado; y Calderón, en la ortodoxia paleopanista. No hay duda: quien crea que votar por Acción Nacional signifique un respaldo a la gestión –buena o mala, según se vea– de Fox, se equivoca. Es un voto por el conservadurismo y la mediocridad.
A Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (Morelia, Michoacán, 1962; abogado por la Escuela Libre de Derecho en 1987 con la tesis Inconstitucionalidad de la deuda pública externa mexicana, 1982-1986) no se le reconoce actividad profesional fuera del PAN. Es un burócrata de partido que alcanzó la presidencia del panismo en marzo del ‘96, un año después de pretender la gubernatura de Michoacán. La brillantez de su oratoria no se asemeja a su grisácea biografía,19 y los méritos que se atribuye son de otros: la reforma política de agosto de 1996, por ejemplo, fue la culminación de los acuerdos alentados, desde la dirigencia de sus partidos, por Porfirio Muñoz Ledo y Carlos Castillo Peraza, hombres con visión de Estado, a decir de Jorge Carpizo, exsecretario de Gobernación; su intervención, en todo caso, fue como secretario general del PAN entre 1993 y ’96. Tampoco hizo nada para que Vicente Fox llegara a la presidencia de la República, ni siquiera porque era candidato plurinominal a la Cámara de Diputados: terminado su periodo al frente del PAN, se autoexilió en Estados Unidos, y cuando regresó para ocupar la coordinación de su bancada no sacó adelante ninguna de las llamadas «reformas estructurales», notoria incapacidad que repitió en la secretaría de Energía con la reforma energética. Y ahora se presenta –maquillado por la mercadotecnia– como un hombre ganador –cuando ha sido todo lo contrario: un mediocre– y un político «intachable»; ¿con qué cara lo dice, si se alió con Elba Esther Gordillo, la millonaria cacique del SNTE? ¿y qué implica la adhesión pública de zedillistas como Genaro Borrego, Diódoro Carrasco (candidato panista en la tercera circunscripción), Jesús Reyes Heroles González-Garza, Andrés Rozenthal, Carlos Ruiz Sacristán y Luis Téllez? Continuidad es la palabra, y su sonrisa psicótica es la expresión inalterable de una imagen forzada que intenta inspirar confianza (así esté hablando de temas tan serios como la pobreza, inexplicablemente no deja de sonreír). Eso es Felipe: la simulación. No nos engañemos.
El miércoles 28 de junio concluyen las campañas presidenciales; ¿desde cuándo comenzaron? Desde que el presidente Fox mostró que la ingobernabilidad era la característica de su mandato, el de una autoridad débil, perpleja ante el reto de traducir en acciones la palabra empeñada y administrar con rectitud los recursos públicos. Su mayor logro –como señaló el New York Times– sigue siendo su propia elección, y su infausta herencia –habría que agregar– ha sido el estilo verbal impregnado en las campañas del 2000 a la fecha: el artificio y la chabacanería. Vicente Fox supo ser un buen candidato, pero en la presidencia de la República perdió el tiempo en trivialidades y se esfumó su grandeza: olvidó su historia como opositor y emprendió una desatinada disputa contra el jefe de gobierno de la ciudad de México. Desde entonces, el 2006 ha girado en torno a la agenda política de Andrés Manuel López Obrador, actualmente candidato de la coalición Por el Bien de Todos. Ha sido el rival a vencer y no han podido noquearlo. La insidia ha incluido el paraje San Juan, el sueldo de Nicolás Mollinedo, el caso de El Encino, la manipulación de encuestas20 y, sobre todo, la injuria de los internautas –algunos de ellos, conmovedores e histéricos, reenviando las «espontáneas» cartas de supuestos venezolanos21 arrepentidos de sufragar por el Movimiento Quinta República; algunos de ellos, también, enviados desde oficinas federales–, pues sorprende que los panistas desdeñaran la urbanidad política y prefirieran que el tono de sus declaraciones fuera la falsedad, el insulto y la acusación desmesurada. Fue una desastrosa estrategia: súbitamente subieron en las encuestas, pero no esperaban recibir la desautorización de sus alarmantes ataques por el Trife (un mes después de difundirlos, ante la usual displicencia del IFE y la falta de autoridad de su consejero presidente, Luis Carlos Ugalde, quien debe su designación a la diputada Elba Esther Gordillo y a su cercanía con el PRI; su exesposa, Lía Limón, por cierto, es integrante de la campaña electoral de Calderón); los agraviados, por su parte, revirtieron el golpe asestando uno más contundente: la publicidad negativa contra López Obrador recuerda el «voto del miedo» en el ’94 y recurre a los mismos calificativos que le endilgaron al movimiento del ‘68 y a Cuauhtémoc Cárdenas al inicio de su campaña presidencial en 1987 (delirantes, en el primer caso sospechaban de una «conjura comunista»; y en el segundo, vociferaban que ese «populismo mesiánico» nos llevaría a la ruina, pero el PRD ha gobernado el DF desde 1997 y la ciudad, en ningún momento, ha estado en riesgo de un colapso económico;22 esos gritos ahora son tersos reconocimientos, respectivamente, a los promotores de la democracia y a la izquierda «sensata» alineada a Cárdenas, una izquierda progresista); el contraataque de los partidarios de Andrés Manuel fue frontal y consistió en divulgar hechos verídicos y pruebas documentales (las artimañas de Juan Camilo Mouriño Terrazo y César Nava Vázquez, del equipo de campaña de Calderón, en su paso por el gobierno federal), y no regodearse en tergiversar o distorsionar números y frases fuera de contexto, como acostumbran hacer los conservadores: con odio e intolerancia, imitando los «valores» y la valentía varonil de Franco, Pinochet, Mussolini, Somoza, Videla y su máximo ídolo, José María Aznar, servil en la invasión a Irak, farsante en los atentados del 11 de marzo de 2004 y capataz de Antonio Solá Reche, uno de los principales asesores de Felipe Calderón. La intención de las desesperadas campañas del PAN y el empresariado es, como ya se ha visto, sembrar el temor, y al mismo tiempo asociar la imagen de su candidato con la de los líderes que lo respaldan y que, igualmente, carecen de autoridad moral: ¿quién puede confiar en Carlos Hermosillo, que en 1997 llamó a votar por Alfredo del Mazo González, o en María del Sol y Pandora, quienes a finales de 1990 cantaron emocionadas en el videoclip del himno salinista compuesto por Marco Antonio Flores para glorificar al Programa Nacional de Solidaridad? En todo caso, lo que le conviene al país es un decisivo impulso a la ciencia y la tecnología, y en ese campo científicos como Francisco Bolívar Zapata, Axel Didriksson, René Drucker Colín, Alfredo López Austin, Eugenia O’Reilly Regueiro, Manuel Peimbert, Margarita Rosado Solís y Edur Velasco Arregui están con López Obrador. Todos los temores que alega la derecha son falsos, porque el comportamiento histórico del PRD ha sido (casi) irreprochable: demostró su responsabilidad en el ’97, cuando Porfirio Muñoz Ledo respondió el tercer informe de Ernesto Zedillo (¿no es desconcertante que dos años después, en el mismo acto y desde la misma tribuna, Carlos Medina Plascencia le faltara el respeto a la investidura presidencial?); y en el parteaguas del ’88 y en el 2005 con el desafuero: los vaticinios que hablaban de una violenta reacción de los seguidores de Cárdenas y López Obrador se vinieron abajo con la realidad y el estoicismo de la izquierda republicana, que ha estado a la altura de las circunstancias y que, además, practica algo que no posee la derecha mexicana: autocrítica.
Abundan las razones para lamentar el nivel de discusión al que llegaron las campañas presidenciales: reducidas a los eslóganes, las pancartas y los treinta segundos en televisión y radio. La política nacional fue arrastrada al reflejo condicionado. A lo inmediato. A la tiranía del presente. Al cambio de ánimo. Y las noticias se empantanaron en lo anecdótico y en la pirotecnia. Millones se abstendrán (y de esos millones, miles de ciudadanos lo hará desde la izquierda radical). Yo no. Para mí votar es un deber ineludible23 y un desperdicio si no se ejerce. No es fácil decidir quién merece nuestro voto y vislumbrar su repercusión en el conteo final y los poderes públicos, pero creo que informarse concienzudamente ayuda a disipar factores irrelevantes como la simpatía o la antipatía que genera un candidato y su campaña propagandística. Debo detenerme en este punto para reflexionar un poco más e indagar las consideraciones que me motivan a votar por tal o cual emblema. Y quizá sea precisamente eso: sentirme identificado con una propuesta franca, fincada en una historia que garantice la credibilidad del discurso político y no mezcle los intereses partidistas con la función pública24 (no es casual, en ese sentido, la presencia de Josefina Vázquez Mota, exsecretaria de Desarrollo Social, en la precampaña y la campaña de Felipe Calderón). Por eso, desde que renuncié al PRD, he votado –en las elecciones para diputados federales– por los candidatos socialdemócratas: Democracia Social, en el 2000; México Posible, en el 2003; y este año volveré a tachar su lista plurinominal de la quinta circunscripción, con la certeza de que Elsa Conde Rodríguez, psicóloga y feminista, tendrá una curul en San Lázaro y Alternativa obtenga, por fin, su registro electoral. En el caso de los escaños del Senado de la República, no me interesa tanto el listado de los plurinominales,25 sino quién encabeza la primera fórmula para el estado de México: y en esa boleta, sin dudarlo, votaré por Yeidckol Polevnsky, porque su voz frente a las fraudulentas elecciones para gobernador fue firme y valerosa y su proyecto de gobierno era el mejor. En contraste, sus contendientes son unos truhanes: la priista Rebeca Godínez, premiada con esta candidatura por aprobar en la Sección Instructora el desafuero de López Obrador; y el panista Ulises Ramírez, alcalde con licencia de Tlalnepantla: repentinamente millonario, inmoralmente impune; un delincuente de cuello blanco.
Si estos comicios no fueran tan reñidos, habría votado por Patricia Mercado Castro. Por fortuna, mucha gente lo hará y así su partido podrá rebasar el mínimo necesario para conservar su registro, punto culminante de una proeza –ante el casi infranqueable sistema de partidos en México– iniciada con el liderazgo del experredista Gilberto Rincón Gallardo, ahora presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación. Seis años tuvieron que pasar para conseguirlo; ¿pero cuántos años más tomaría igualar las condiciones propicias para el arribo de un candidato de izquierda a la presidencia de México? Alcanzar el 2% de la votación es poco, si se le compara con el esfuerzo requerido para conquistarla. Y ya estamos muy cerca.
Muchos han dicho que la figura de Andrés Manuel polariza a la sociedad; no es eso, no nos distraigamos: lo que nos ofende es la desigualdad y la indignante ostentación de la miseria. El descontento y la confrontación no son fortuitos: lo incubó el modelo económico que padecemos. Algunos creen que la continuidad es preferible. Algunos, incluso, aseguran que de no ser así se perderá todo. ¿Con qué documentan su pesimismo y sus amenazas? Con invenciones. Con antifaces. Con sarapes. Al decidir su voto, millones de jóvenes e indecisos –a quienes quisiera convencer con esta carta– tendrán que pensar cuáles son los temas prioritarios para nuestro país. Educación de calidad, empleo, justicia y narcotráfico son algunos de ellos, deformados por los tecnócratas en negocio, subempleo, injusticia y criminalidad, respectivamente. El PRI y el PAN –hay que destacarlo– son los culpables de este deterioro. No lo olvidemos.
Yo voy a votar por López Obrador; no por el candidato, sino por el político: el único que se yergue frente al salinismo y su perniciosa influencia en la gente de poder. Los adversarios del candidato de la coalición Por el Bien de Todos no son el PAN o el PRI, sino el titiritero: Carlos Salinas. Los políticos del país se han doblegado a sus pies y han puesto en práctica sus dictados neocapitalistas. Todos menos Andrés Manuel. Ese es el peligro del que hablan: peligro para los privilegiados y los cómplices del saqueo de los bienes nacionales. Ese es el cambio verdadero. Y es posible en la medida en que nosotros cambiemos y contribuyamos al desarrollo de México. Hoy con nuestro voto convencido por López Obrador. Un voto, el tuyo, es suficiente para superar la coacción y hacer historia. Eso es lo que necesita nuestra democracia, un giro a la izquierda. Créelo: vamos a ganar.

Christian Ordóñez Bueno
30 años. Originario de El Oro, México (distrito 3). Ha sido editor, corrector de estilo, bibliotecario, narrador esquizopolitano y empleado de mostrador en una librería y un videoclub. Estudió la licenciatura en ciencias de la información documental en la Facultad de Humanidades de la UAEM. En 1997 obtuvo el Premio Nezahualcóyotl de Poesía por
Caja de resonancia y otros poemas. Actualmente escribe su primer libro y la biografía del artista Harold Winslow Allen (1918-2001). El autor se disculpa por no agregar una posdata sobre el posdebate, agradece a quienes redistribuyan este ensayo narrativo por internet o de mano en mano, y dedica estos razonamientos a la gente del Laboratorio de Biología Molecular y Neurociencias de la Facultad de Medicina de la UAEM.

Notas
0
Como decir que la selección mexicana de futbol, dirigida por el fanfarrón Ricardo Antonio La Volpe, será campeona del mundo nada más porque sí.
1
Algunos de ellos anti-lópezobradoristas profesionales y furibundos, como los empresarios Vicente Fox, Claudio X. González y Enrique Krauze y los editorialistas Óscar Mario Beteta, José Carreño Carlón, Jorge Castañeda Gutman («honesto e inteligente», calificaba a López Obrador en noviembre del ‘88), Jorge Fernández Menéndez, Érick Guerrero Rosas (conferencista del «claustro profesoral» de la Fundación Miguel Ángel Cornejo, al igual que Josefina Vázquez Mota), Pablo Hiriart (director de La Crónica de Hoy, propiedad de Jorge Kahwagi Gastine), Luis Roberto Márquez Pizano, Eduardo Ruiz Healy, Jaime Sánchez Susarrey, Jesús Silva Márquez y, lamentablemente, Luis González de Alba, Ricardo Pascoe Pierce (experretista, experredista, excardenista, embajador de México en Cuba de diciembre de 2000 a octubre de 2002 y candidato a delegado de Benito Juárez por México Posible en 2003), Rogelio Villarreal Macías y Gabriel Zaid.
2
Como suele hacerlo cada vez que se ve en el dilema de votar por sí mismo, prefiere hacerlo por un personaje simbólico: en 1988 lo hizo por Superbarrio Gómez, en ‘94 por Rosario Ibarra, en ‘97 por Carlos Monsiváis y en el 2000 por Pablo González Casanova.
3
Otros títulos donde aparece Andrés Manuel López Obrador son: ¡Que renuncie! (1989), El éxodo y otras quemazones (1992), El gran circo del Fobaproa (1998) y Telecomplot (2004).
4
¿De dónde vendrá la insistencia de equipararlo al presidente venezolano Hugo Chávez, si no tienen nada en común, excepto –quizás– el ser aficionados al beisbol? ¿acaso, si se les vincula, equivale a una invocación al Diablo, como decir maliciosamente «Juárez» frente a un conservador? Lo mismo han querido hacer sumando a Fidel Castro y Evo Morales, quien –poco antes de asumir la presidencia de Bolivia– declaró que en México tiene dos amigos: Cuauhtémoc Cárdenas –recientemente designado coordinador de la comisión organizadora de las conmemoraciones del 2010– y el subcomandante Marcos (ambos, como se sabe públicamente, férreos detractores de Andrés Manuel López Obrador). Tal vez con quien tenga mayor parecido sea con el presidente de la República Oriental del Uruguay, Tabaré Vázquez, por su liderazgo en la oposición y su gestión al frente de un gobierno capitalino.
5
Es cierto que algunos coordinadores de las Redes Ciudadanas que apoyan a López Obrador trabajaron en el sexenio de Salinas, pero todos ellos rompieron con él, particularmente Manuel Camacho Solís. Con frecuencia esta relación suele empañar una de mayor relevancia: la incorporación de colosistas como Federico Arreola Castillo y Alfonso Durazo Montaño (exsecretario particular de Luis Donaldo Colosio y Vicente Fox).
6
A propósito, su hija, la diputada federal Tatiana Clouthier Carrillo, decepcionada, renunció al PAN en marzo de 2005, ejemplo excepcional de una mujer congruente con sus ideales.
7
En 1992, indignados por la cercanía del panismo con el presidente Salinas, renunciaron a su larga militancia los miembros del Foro Democrático y Doctrinario, algunos de los cuales luego fueron diputados federales por el PRD y funcionarios en el gobierno de Cárdenas, como Jesús González Schmall y Mauro González Luna, y Bernardo Bátiz en el de López Obrador; otros más fundaron el Partido Alianza Social, de orientación demócrata-cristiana.
8
También habría que incluir el surgimiento, aunque en menor medida, del neopanismo en los años ochenta, una influencia embrionaria que fue protagonista casi un lustro después, cuando Fox –un neopanista heterodoxo– consiguió la postulación de su partido (a contracorriente de la cúpula panista, a la cual pertenece Felipe Calderón) y ganó la presidencia de la República. Fue el ingreso de esa corriente empresarial la que desencadenó la renuncia de Luis Calderón Vega –padre de Felipe y fundador del PAN, ubicado en su vertiente religiosa– en 1981.
9
O como bien diría Juan Gabriel: «los que le van al PRD son los del pueblo».
10
Una minuciosa investigación periodística publicada en Proceso, titulada atinadamente Vivir del erario, ensambla todos sus nexos familiares con el poder y permite concluir que el nepotismo es la cualidad –profesada como dogma– del candidato presidencial del PAN. Repasemos aquí las 5 razones para no votar por Felipe Calderón, argumentadas por Federico Arreola en el número 1 de Eme Equis, página 16, del 6 de febrero de 2006: 1) Por su cuñado, Juan Ignacio Zavala, quien trabajó en la peor PGR de la historia (la de Lozano Gracia, en el sexenio de Zedillo), colaboró con Jorge Castañeda en Relaciones Exteriores (en la que convirtió a un pintoresco intelectual en un estrambótico canciller) y fue uno de los comunicadores principales de Vicente Fox cuando el presidente vivió su más lamentable crisis de imagen. Como tiene «experiencia», ocuparía un cargo relevante en el gobierno si Calderón ganara la elección presidencial. 2) Por su esposa, Margarita Zavala Gómez del Campo. Juan Ignacio, sin duda, sería un problema menor. El problema verdaderamente serio lo representaría la aspirante a primera dama. Sería Marta II, pero como en Hollywood, en esta película el monstruo volvería a las pantallas mucho más dañino y con más poder destructor. 3) Por su hermana, Luisa María Guadalupe Calderón Hinojosa, quien actualmente es senadora, pero quiere llegar a más en el gobierno de Felipillo. 4) Por su hermano Juan Luis Calderón, un burócrata de ligas menores al que ya le anda por llegar a las grandes ligas de la mano del orgullo de la familia. 5) Por nepotista, pues, la gente no debería votar por Felipe Calderón (...)
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Para revisar la vergonzosa participación de Calderón, recomiendo la entrevista a Gabriel Reyes Orona, exdirector jurídico de los fondos Bancario para la Protección al Ahorro (Fobaproa) y de Apoyo al Mercado de Valores (Fameval) y exprocurador fiscal de la federación: http://www.jornada.unam.mx/2006/06/06/003n1pol.php, o el libro: Fobaproa, expediente abierto (Grijalbo, 1999), de Andrés Manuel López Obrador.
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Por último, un tema no menos importante, sobre el financiamiento de las precampañas: ¿de dónde provino el excesivo gasto publicitario del senador Enrique Jackson y los gobernadores presidenciables del PRI? ¿fue el desvío de recursos públicos o la soga al cuello tendida por gente adinerada, especialmente la de los medios masivos? En ese sentido, Andrés Manuel no está atado a ningún empresario o mafia que comprometa su independencia para gobernar.
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Algunos textos del Sc. I. Marcos en internet: http://www.jornadasinfronteras.com/articulistas/marcos.html y http://www.rebelion.org/mostrar.php?tipo=5&id=Subcomandante%20Marcos&inicio=0
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En el estado de México ya lo vivimos en el 2005: obstinado por lograr en las urnas una aplastante victoria que afianzara su precandidatura, Arturo Montiel impuso a su sucesor (Enrique Peña, uno de sus hombres cercanos, por si fuera necesario –como lo es– el encubrimiento), primero en el PRI, y luego gracias a una costosa campaña publicitaria apoyada, además, ilegalmente con los recursos económicos, humanos y materiales del Programa de Regionalización del gobierno estatal. Las autoridades electorales cerraron los ojos ante los reclamos, pero ocho meses después los electores exhibieron el espejismo y la votación del PRI se desplomó.
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Curiosamente, hay dos políticos que fueron cercanos colaboradores de Carlos Madrazo y que son contrincantes en la actualidad: Juan José Rodríguez Prats (en el PAN) y José Agustín Ortiz Pinchetti (en el PRD); el primero, candidato a gobernador de Tabasco en 1994; y el segundo, consejero ciudadano del IFE entre 1993 y ’96, al igual que Santiago Creel Miranda, quienes –junto a Juan Molinar Horcasitas y el entonces secretario general del PAN, Felipe Calderón– exigieron la remoción de Roberto Madrazo, lo que –por desgracia, como se sabe– no prosperó.
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Si bien Madrazo pidió licencia como gobernador para contender por la candidatura presidencial del PRI –obtenida por Francisco Labastida–, él era quien realmente gobernaba en Tabasco, y tuvo el descaro de volver al puesto que literalmente compró. A la postre Manuel Andrade –su candidato– tomó posesión tras unos nuevos comicios.
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Veinte días después, Vicente Fox (el estadista) dio marcha atrás al embrollo que él mismo incitó, atendiendo más a las opiniones de los analistas en el extranjero que a las voces en México pidiéndole rectificar.
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De los 49 senadores del PRI y del PVEM que aprobaron la Ley Televisa, 17 de ellos se van a presentar a la elección de diputados como candidatos plurinominales por la Alianza por México (en el caso de los uninominales se indica el distrito electoral correspondiente y también, entre paréntesis, a los parásitos del Partido Verde): Ricardo Aldana Prieto, Joel Ayala Almeida, César Camacho Quiroz, Sara Castellanos Cortés (PVEM), Carlos Chaurand Arzate, Araceli Escalante Jasso, Emilio Gamboa Patrón, Yolanda Eugenia González Hernández (dtto. 6 de San Luis Potosí), Jorge Emilio González Martínez (PVEM), Mariano González Zarur, Alejandro Gutiérrez Gutiérrez, Gloria Lavara Mejía (PVEM), Arely Madrid Tovilla, Víctor Manuel Méndez Lanz (dtto. 1 de Campeche), Martha Sofía Tamayo Morales (dtto. 5 de Sinaloa), Verónica Velasco Rodríguez (PVEM) y Héctor Vicario Castrejón (dtto. 6 de Guerrero). En cuanto al PAN, 14 de los 31 senadores aparecerán de nuevo en las boletas: Micaela Aguilar González, Gerardo Buganza Salmerón, Gustavo Cárdenas Gutiérrez, Benjamín Gallegos Soto, Addy Joaquín Coldwell, Jeffrey Max Jones Jones (dtto. 7 de Chihuahua), Héctor Larios Córdova, Lydia Madero García (dtto. 5 de Tamaulipas), Carlos Madrazo Limón, Jorge Rubén Nordhausen González, Juan José Rodríguez Prats, Demetrio Sodi de la Tijera (DF), Víctor Manuel Torres Herrera y Jorge Zermeño Infante.
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Con pulcritud, Sabina Berman hace un extenso repaso a su vida en Letras Libres: http://www.letraslibres.com/index.php?art=11292
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Es importante saber que los resultados de las encuestas dependen de quién las paga y qué efecto buscan con su publicación; más aún, desenmascararlas: Arcop, de Rafael Giménez, es una encuestadora que trabaja para el PAN desde los años noventa; GEA-ISA tiene como accionista a Jesús Reyes Heroles González-Garza, secretario de Estado con Zedillo y promotor de la candidatura de Calderón, y BGC tiene como socio a Ulises Beltrán, el encuestador de cabecera del omnipresente Salinas.
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Villanos de ocasión: en el ’88, para frenar su popularidad, los priistas tabasqueños decían que eran nicaragüenses los asesores del frentista López Obrador. Dieciocho años después, los panistas denuncian la asesoría del gobierno chavista a la coalición Por el Bien de Todos e inventan rumores por doquier, aunque las únicas pruebas existentes sean en su contra: Calderón se reúne con exguerrilleros centroamericanos y es aconsejado por asesores de Aznar y el Partido Popular (un internacionalismo recíproco: Armando Enríquez Flores, presidente municipal de Toluca con licencia y candidato a diputado federal por el PAN, viajó a Venezuela para secundar a los opositores de Hugo Chávez).
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Consultar los comentarios de León Bendesky al plan económico de Andrés Manuel López Obrador: http://www.jornada.unam.mx/2006/06/05/027a1eco.php (nótese que se trata de un análisis económico y no de política-ficción)
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Aunque a veces el panorama sea desalentador (Chiapas e Hidalgo) y los tránsfugas (apenas en octubre pasado, Roberto Campa Cifrián era priista) y los dinojuniors (Marco Antonio Peyrot, hijo del secretario de Marina, en el PAN, y Claudia Corichi, hija de la gobernadora de Zacatecas, en el PRD) acaparen las candidaturas, siempre habrá alguien por quien valga la pena sufragar: Edmundo Cancino Gómez, por ejemplo, si mi distrito electoral fuera el 35 del estado de México.
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En esta ocasión los chivos expiatorios han sido el excoordinador de proyectos de la dirección jurídica del IFE y el exdelegado estatal de la Secretaría de Gobernación en Tamaulipas.
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Aunque sí me preocupa esta aberración llena de exgobernadores panistas y priistas, y personajes como Santiago Creel (¿su pase al club de los intocables?), Ramón Muñoz Gutiérrez (jefe de la Oficina de la Presidencia para la Innovación Gubernamental), Jorge Mendoza Garza (vicepresidente de información de TV Azteca) y Carlos Romero Deschamps. Lo peor es que las últimas encuestas indican que el PRI tendrá mayoría en ambas cámaras. Lo bueno es que no pasará lo mismo en la presidencia (¿Tú le crees a Madrazo? Yo tampoco), así se haya sumado a la Alianza por México el ala campesina de Alternativa.

6 comentarios:

zuurfer dijo...

He posteado tu mail en altisonancias, me pareció muy interesante.

Saludos.

Raquel dijo...

Christian,
Lo que mas me gusto de tu articulo fue la investigacion. Me hace pensar que en nuestro caso, solo es una diferencia de ideologias, pero al final, el mismo interes de ver a Mexico mejor.
Hay un parrafito: "El autodenominado «gobierno del cambio», por el contrario, ha probado que el mal manejo de los recursos públicos no es exclusivo de «la dictadura perfecta»"
y Bejarano???

Christian Bueno dijo...

Raquel,
gracias por tus comentarios. Pero tu pregunta sigue montándose en el impacto de las imágenes, y no en los hechos: cuando Bejarano recibió el dinero de Ahumada, no era funcionario público. Así que, ¿dónde está el delito? Si tú o yo ahora recibimos una maleta de billetes y nos filman, seguramente algunos pensarán que somos corruptos, pero ¿cuál sería nuestra responsabilidad como servidores públicos si no lo somos? Y en todo caso, el dinero no fue para enriquecerse, sino –como todos han reconocido– para apoyar las campañas electorales del PRD.
Veo que en tu gabinetazo también pones a Rosario Robles; algo fantasioso, por cierto: ella fue y sigue siendo cardenista, aunque se haya alejado de Cuauhtémoc Cárdenas, así que pertenece a otro grupo político y, ni soñando, estaría al lado de López Obrador. De hecho, en la víspera de las elecciones, apareció en un programa de la televisión mexicana para atacarlo. Lástima, a veces el amor enceguece.
Más cerebro y menos pasión, por favor.

Raquel dijo...

Lo mismo digo, mas cerebro y menos pasion. Bejarano estuvo en el equipo de AMLO. Seguia en su equipo perredeista a pesar de no tener un nombramiento oficial. No me vengas con que ya no era servidor publico. Seguia en la politica, el clamo que el dinero era para financiar la campanha de Leticia Robles. Asi que ratitas al ataque, como servidores publicos o no, pero si detras de los tejes manejes politicos!!! Y AMLO escogiendo a alguien de esa calidad para secretario personal? Es un cargo demasiado cercano como para no conocerlo.
Y Gustavo Ponce????? no me digas que tampoco era servidor publico.
Y no digo que AMLO sea igual. Solo que en su equipo hay ratas probadas.
Por cierto...amor? me falto aclararte que yo no soy panista ni perredista.

Christian Bueno dijo...

Sí: ya no era servidor público. Y las imágenes, además, estaban editadas. Ahí está el video del Canal 6 de Julio que lo demuestra: "Telecomplot" (2004). Insisto: ¿dónde están las pruebas de que se enriqueció? El dinero fue a dar a la campaña del PRD, no digo que a la de Leticia Robles. Y sí: Ponce era servidor público, pero no era parte de su equipo; y si no hubo dinero público en el primer caso; y en el segundo, Ponce no formaba parte de su equipo, ¿entonces qué demostra eso? Que nos guiamos por imágenes, no por hechos verídicos: en esta carta-ensayo que leíste hay más de dos nombres de funcionarios panistas que manejaron recursos públicos a su antojo, en detrimento de los contribuyentes. Está probado y no pisaron la cárcel. No hay justicia, pues. Y en todo caso, Ponce sigue tras las rejas. Que ahí siga.
Y tercer sí: tampoco soy panista ni perredista. Soy un adicto a las noticias y las leo para estar bien informado y para no olvidar.

Christian Bueno dijo...

Raquel:
Paz a los hombres y las mujeres de buena voluntad. Y tú y yo lo somos.
Recibe un afectuoso saludo y una precisión: en tu blog escribiste que «no deberíamos aceptar de candidato a un fulano que tardó 14 años en terminar la carrera». ¿Tú sabes cuántos años pasaron para que Vicente Fox se titulara? Más del doble: alrededor de 30 años. Que alguien tenga un grado académico no garantiza nada. Hay excelentes personas autodidactas y doctores (como Salinas) que saben muy bien cómo robar. ¿«Contra Calderón no hay pruebas tan contundentes»? ¿el nepostismo te parece poco? ¿su autopréstamo por más de 3 millones de pesos? ¿una vida entera gozando de un sueldo como burócrata del PAN?

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